Por Holly Yan, CNN

Sebije Nelovic siempre se sintió segura en el 345 de Park Avenue. Durante casi tres décadas, esta originaria de Albania limpió el elegante rascacielos de Manhattan que alberga varias sedes corporativas en uno de los barrios más exclusivos de Nueva York.

Esa sensación de tranquilidad se rompió el lunes, cuando un hombre irrumpió en el edificio de Midtown con un rifle de asalto y desató una lluvia de balas, matando a tres personas en el vestíbulo.

Luego tomó un ascensor hasta el piso 33, donde Nelovic estaba limpiando.

Nelovic amaba trabajar en el edificio y conocía a todos los empleados de arriba abajo.

“He trabajado como limpiadora en el 345 de Park Avenue durante 27 años, desde 1998”, dijo en un comunicado proporcionado por su sindicato, 32BJ SEIU. “Conozco a todos en el edificio”.

A las 6:28 p.m., hora local, del lunes, aún había empleados trabajando en el piso 33, incluida Julia Hyman, una asociada de 27 años en Rudin Management, la empresa propietaria del edificio.

La joven graduada de Cornell solía quedarse hasta las 8:30 p.m., contó Nelovic, y ambas mujeres coincidían por las noches en la oficina.

El lunes, “estaba recogiendo la basura como hago en cada turno”, relató Nelovic. “Estaba en el piso 33 cuando escuché algo que sonaba como fuegos artificiales”.

Se asomó para investigar el ruido.

“Pude ver la puerta de vidrio frente a la recepción en el piso 33. De repente, la puerta empezó a temblar. Se cayó, boom”.

Entonces vio al atacante.

“Este hombre apareció en medio de la puerta y me apuntó con su arma. Empezó a disparar a mi alrededor”, recordó Nelovic.

“Levanté las manos y dije: ‘Soy la señora de la limpieza. Soy la señora de la limpieza’. Pero me di cuenta: vino con una ametralladora. No va a saber quién soy. Va a disparar, pase lo que pase”.

La mujer de 65 años salió corriendo por un pasillo.

“Encontré un armario, entré y cerré la puerta con llave”, contó.

“Empecé a rezar. Escuché gritos en el pasillo. Estuve allí sentada cinco minutos, o tal vez diez, cuando lo escuché caminar por el pasillo”, dijo Nelovic.

“Disparó a la puerta del armario, y yo estaba aterrada. Pero estaba bien. Lo escuché alejarse por el pasillo, y entonces recordé a Julia”, dijo. “Sabía que estaba en su escritorio y pensé: Dios, ayúdala”.

Después de un rato, los disparos cesaron. Un silencio ominoso llenó el ambiente. Nelovic no tenía idea de dónde estaba el atacante.

“Entonces mi supervisor empezó a llamarme y a mandarme mensajes. Le dije que estaba en un armario y me dijo que me quedara allí”, relató.

“Me asusté de hacer ruido, así que apagué el teléfono. Estuve en el armario dos o tres horas. Estuve rezando”.

Finalmente, los agentes llegaron y le dijeron a Nelovic que era seguro salir. El atacante se había quitado la vida y ya no representaba una amenaza.

“No quería que llamaran a mi esposo ni a mi hijo –no quería asustarlos–, así que uno de ellos me llevó a casa”, contó Nelovic.

Sin embargo, cuando llegó, su hijo ya había visto las noticias y estaba aterrorizado por su madre.

“Le dije que, gracias a Dios, estoy bien”, contó Nelovic.

No obstante, su angustia estaba lejos de terminar.

Nelovic se mantuvo pegada a la televisión, buscando respuestas a un horror inexplicable.

“Tenía que ver qué había pasado y por qué”, dijo. “Así fue como me enteré de lo de Julia. Era muy amable”.

Las autoridades dijeron que el atacante no tenía como objetivo a ninguna de las mujeres ni a nadie en el piso 33.

Los investigadores creen que el hombre se dirigía a la sede de la NFL, pero tomó el ascensor equivocado. Una nota hallada en su bolsillo decía que sufría de encefalopatía traumática crónica (ETC), una enfermedad vinculada a traumatismos craneales, común en jugadores de fútbol americano, según una fuente de CNN.

No obstante, nada de eso alivia la angustia de Nelovic, que solo ha aumentado desde la masacre.

“Cada día estoy más estresada y alterada. Una mujer murió en mi piso, y pude haber sido yo”, dijo.

“Antes me daba miedo volver a casa en tren por la noche. Mi turno termina a medianoche. Pero ir a trabajar no me daba miedo. Allí estaba segura y era feliz, durante 27 años”.

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Con información de David Williams, de CNN.