Por Elizabeth Hintz, Universidad de Connecticut, Marlene D. Berke y Universidad de Yale, CNN

Nota del editor: Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas de los autores. CNN presenta el trabajo de “The Conversation”, una colaboración entre periodistas y académicos para ofrecer análisis y comentarios de noticias. El contenido es producido exclusivamente por T”he Conversation”.

Para las personas con dolor ginecológico crónico, el dolor puede ser constante, lo que hace que actividades cotidianas como sentarse, andar en bicicleta e incluso usar ropa interior sean extremadamente incómodas. Para muchas de estas personas –la mayoría de las cuales se identifican como mujeres– las relaciones sexuales y los exámenes pélvicos de rutina son insoportables.

La endometriosis y la vulvodinia, o dolor genital crónico, son afecciones ginecológicas comunes que pueden causar dolor intenso. Cada una afecta aproximadamente a 1 de cada 10 mujeres estadounidenses.

Sin embargo, muchas mujeres se enfrentan al escepticismo y al engaño en los entornos de atención médica cuando buscan atención para este tipo de dolor.

Lo sabemos bien a través de nuestras investigaciones sobre la cognición social y sobre cómo las personas con condiciones de salud incomprendidas manejan conversaciones difíciles con sus médicos y familiares, así como a través del trabajo voluntario junto a personas que viven con estas condiciones.

Hemos descubierto de manera consistente que la manipulación médica en torno al dolor ginecológico crónico es un problema social complejo, alimentado por lagunas en la investigación y la capacitación médica.

Un estudio de 2024 sobre pacientes que acudieron a una clínica por dolor vulvovaginal (dolor que se experimenta en los genitales externos femeninos y la vagina) reveló que al 45 % de estas pacientes se les había dicho que “solo necesitaban relajarse más” y al 39 % se les había hecho sentir que estaban “locas”. Un asombroso 55 % había considerado dejar de buscar atención médica.

Estos resultados hacen eco de lo que una de nosotras, Elizabeth Hintz, encontró en su metasíntesis de 2023: las pacientes con condiciones de dolor crónico con frecuencia escuchan de los médicos esta respuesta de “está todo en tu cabeza”.

Otro estudio hizo un seguimiento de pacientes en dos importantes ciudades de EE.UU. que buscaban atención para el dolor vulvovaginal. Los investigadores descubrieron que la mayoría de las pacientes consultaban a varios profesionales, pero nunca recibían un diagnóstico. Dadas las dificultades para buscar atención médica, muchas pacientes recurren a redes sociales como Reddit para obtener apoyo e información.

Estos estudios, entre otros, ilustran cómo las personas con estas afecciones a menudo pasan años visitando a un médico tras otro buscando atención, donde les dicen que su dolor es psicológico o quizás ni siquiera real. Dadas estas experiencias, ¿por qué los pacientes siguen buscando atención?

“Permítame describir el dolor que me impulsaba a probar tantos médicos, pruebas y tratamientos diferentes”, le dijo una paciente con dolor vulvovaginal a su médico. Para ella, el sexo “es como tomar tu zona más sensible e intentar desgarrarla”.

“Ahora puedo usar los pantalones o la ropa interior que quiera sin dolor”, dijo otra paciente tras un tratamiento exitoso. “Nunca me di cuenta de lo mucho que me afectaba el dolor a diario hasta que desapareció”.

Muchos pacientes en todo el mundo sufren manipulación médica, un fenómeno social en el que los problemas de salud de un paciente no reciben una evaluación médica adecuada y, en cambio, se minimizan, se atribuyen incorrectamente o se descartan por completo.

El “gaslighting” médico tiene sus raíces en siglos de sesgo de género en la medicina.

Los problemas de salud reproductiva de las mujeres se han desestimado durante mucho tiempo como psicológicos o “histéricos”. El dolor genital y pélvico, en particular, se ha atribuido erróneamente a causas psicológicas en lugar de biológicas: hace un siglo, los psicoanalistas freudianos creían erróneamente que el dolor sexual femenino provenía de complejos psicológicos como la envidia del pene.

Estos puntos de vista históricos ayudan a arrojar luz sobre por qué estos síntomas aún hoy no se toman en serio.

Además del impacto físico del dolor no tratado, la manipulación médica puede tener consecuencias psicológicas. Las mujeres pueden aislarse cuando otras personas no creen en su dolor. Algunas internalizan esta incredulidad y pueden comenzar a dudar de su propia percepción del dolor e incluso de su cordura.

Este ciclo de manipulación agrava la carga del dolor y puede causar efectos psicológicos a largo plazo como ansiedad, depresión y síntomas de estrés postraumático. Para algunas, la experiencia repetida de ser ignorados por los médicos erosiona su confianza en el sistema de salud. Podrían dudar en buscar atención médica en el futuro, por temor a ser ignoradas nuevamente.

Aunque algunas afecciones dolorosas ginecológicas crónicas, como la endometriosis, están ganando atención pública y se comprenden mejor, esta dinámica persiste.

Parte de la razón de la incomprensión en torno a las afecciones de dolor ginecológico crónico es la falta de investigación al respecto. Un informe de enero de National Academies reveló que la investigación sobre enfermedades que afectan desproporcionadamente a las mujeres carecía de fondos suficientes en comparación con las que afectan desproporcionadamente a los hombres.

Este problema se ha agravado con el tiempo. De hecho, la proporción de la financiación de los Institutos Nacionales de Salud dedicada a la salud de la mujer ha disminuido en la última década. A pesar de estas disparidades conocidas, en abril la administración Trump amenazó con suspender la financiación de la Women’s Health Initiative, un programa de investigación de larga trayectoria en este campo, lo que agravó aún más el problema.

Sin una financiación federal sostenida para la investigación sobre la salud de la mujer, enfermedades como la endometriosis y la vulvodinia seguirán siendo poco comprendidas, lo que dejará a los médicos en la oscuridad y a las pacientes abandonadas.

Si bien es difícil para cualquier paciente femenina lograr que se crea en su dolor y se le trate, obtener reconocimiento por su dolor crónico es aún más difícil para quienes enfrentan discriminación por motivos de clase o raza.

Un estudio de 2016 reveló que la mitad de los estudiantes de medicina blancos encuestados compartían al menos una creencia falsa sobre las diferencias biológicas entre pacientes negros y blancos, como que las personas negras tienen la piel más gruesa o terminaciones nerviosas menos sensibles que las blancas. Los estudiantes de medicina y residentes que compartían estas falsas creencias también subestimaban el dolor de los pacientes negros y les ofrecían recomendaciones de tratamiento menos precisas.

Los estudios demuestran que las mujeres son más propensas a desarrollar dolor crónico y a reportar dolor más frecuente e intenso que los hombres. Sin embargo, se percibe a las mujeres como más emocionales y, por lo tanto, menos fiables al describir su dolor. En consecuencia, se considera que las pacientes que describen los mismos síntomas que los hombres presentan menos dolor y es menos probable que se les ofrezca alivio del dolor, incluso en urgencias y con profesionales sanitarios femeninos. En comparación con los hombres, es más probable que se les prescriba atención psicológica en lugar de analgésicos.

Estas creencias erróneas persistentes sobre el género y la raza son las principales razones por las que el dolor de las pacientes se desestima, se malinterpreta y se ignora. Las consecuencias reales para las pacientes incluyen el retraso en el diagnóstico y el tratamiento, e incluso la muerte.

Corregir estos problemas requerirá un cambio en la formación clínica para desafiar las opiniones sesgadas sobre el dolor en mujeres y minorías raciales, y educar a los profesionales clínicos sobre afecciones dolorosas comunes como la vulvodinia. Las investigaciones sugieren que la formación médica debe enseñar a los estudiantes a escuchar mejor las experiencias vividas de las pacientes y a admitir cuando no se conoce la respuesta.

Mientras tanto, las personas que utilizan el sistema de atención sanitaria pueden tomar medidas prácticas cuando se enfrentan a una atención desconsiderada.

Pueden informarse sobre las condiciones de dolor ginecológico crónico leyendo libros como “When Sex Hurts: Understanding and Healing Pelvic Pain” o información educativa de fuentes confiables como la Sociedad Internacional para el Estudio de la Salud Sexual de la Mujer, la Sociedad Internacional del Dolor Pélvico y la Sociedad Internacional para el Estudio de las Enfermedades Vulvovaginales.

Si bien estos pasos no abordan las raíces del “gaslighting” médico, pueden ayudar a los pacientes a comprender mejor las condiciones médicas que podrían causar sus síntomas, ayudando a contrarrestar los efectos del gaslighting.

Si alguien que usted conoce ha sufrido manipulación médica y desea recibir apoyo, hay recursos disponibles.

Organizaciones como la Asociación de Endometriosis y la Asociación Nacional de Vulvodinia ofrecen en Estados Unidos redes de apoyo e información, como por ejemplo, cómo encontrar profesionales de la salud cualificados. Además, conectar con grupos de apoyo a pacientes como Tight Lipped puede brindar oportunidades para que las pacientes participen en la transformación del sistema de salud.

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