Turistificación: cómo el auge turístico transforma y expulsa a algunos residentes de los destinos
Por Lizbeth Padilla, CNN en Español
En Donostia-San Sebastián, España, ya no es lo mismo caminar por el barrio y es difícil encontrar una vivienda a un precio accesible. El turismo, que parecía una bendición para la economía local tras la pandemia de covid-19, ha empezado a sentirse como una invasión.
Este fenómeno tiene nombre: turistificación. Ocurre cuando barrios enteros se transforman para atender a los visitantes, desplazando gradualmente a sus habitantes. Y es más común de lo que parece.
Elena Cerdá, especialista en gestión de destinos turísticos de la Universidad de Madrid, la define como “procesos de transformación urbana, social y económica provocados por el auge del turismo en espacios que tradicionalmente no iban a ser destinados al sector turístico”.
Jorge Cervantes Borja, urbanista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dice que es un fenómeno que incentiva mejoras en espacios abandonados, pero esas renovaciones suelen venir acompañadas de desigualdad: “Hay inmuebles que estaban abandonados y al rentarse en buenas condiciones, los propietarios invierten”.
Sin embargo, esa inversión no siempre beneficia a todos. “Los mayores afectados son los residentes, quienes están viendo sus ciudades convertirse en parques de diversiones”, afirma Alan Estrada, influencer de viajes y actor.
Adrián Trinidad, residente de Barcelona, lo vive en carne propia: “Gran parte de la ciudad se ha convertido en una especie de parque de atracciones turístico, dedicado al uso y disfrute de los turistas”.
El 15 de junio pasado, integrantes de la red SET (Sur de Europa Contra la Turistificación), realizaron una protesta en ciudades como Donostia, Barcelona, Baleares, Lisboa y Venecia contra la llegada masiva de visitantes y los aumentos en los precios del alquiler.
Tras las protestas, el Ayuntamiento de Barcelona nombró a José Antonio Donaire como Comisionado para la Gestión del Turismo Sostenible, con el objetivo de tener un modelo turístico más equilibrado, mejorar la distribución de visitantes y preservar la identidad de la ciudad. Además, se puso en marcha la Ventanilla Única Digital de Arrendamientos (FUDA), para regular los alquileres turísticos de corta duración, “controlar la oferta ilegal y proteger el derecho a la vivienda”.
Donostia lleva adelante el plan de Turismo Sostenible 2023-2027, para promover un turismo equilibrado con acciones como la limitación de nuevos alojamientos turísticos y dirigir los flujos turísticos hacia barrios menos visitados. Además, impulsa otras medidas como el consumo local y la regulación de las visitas guiadas, con un límite de 25 personas por grupo.
Uno de los efectos más visibles de la turistificación es la pérdida de identidad cultural. “Comercios locales desaparecen, son sustituidos por tiendas para turistas. El destino empieza a perder su esencia”, advierte Cerdá. Como residente de una ciudad tan turística como Barcelona, Trinidad coincide: “Muchas ciudades se han convertido en escaparates globales donde ya no importa si uno está en Lisboa, Roma o Ciudad de México”.
En Donostia, el activista Eihar Egaña dice que para algunas empresas turísticas, “la ciudad se ha convertido en un producto. El euskera, nuestra lengua, se ha fetichizado. Se regalan diccionarios como souvenirs, se organizan eventos culturales pensados más para el turista que para los vecinos”.
La crisis habitacional también preocupa. “Los alquileres más baratos en Donostia están en 1.000 euros, pero el salario mínimo es de 1.184 euros”, explica Egaña.
El llamado “efecto Airbnb” agrava la situación. Rentar por días es más rentable que por meses, lo que ha disparado los desalojos y la transformación de hogares en alojamientos turísticos. “Formo parte del sindicato de inquilinos en Barcelona y vemos múltiples casos de gente a la que los caseros echan para dedicar la vivienda a uso turístico”, cuenta Trinidad, quien vive en Les Corts, barrio de la capital catalana.
De acuerdo con Airbnb, hay más de 150.000 ciudades y pueblos con alojamientos activos, y más de 2.000 millones de llegadas de huéspedes.
La Ciudad de México también enfrenta este fenómeno. “He visto un incremento en la infraestructura brutal y en los precios. Unos amigos míos se tienen que ir porque ya no pueden pagar las rentas que se han triplicado”, relata el influencer Estrada, quien vive en la colonia Roma.
En Ciudad de México, su gobernante, Clara Brugada, anunció en mayo que impulsará la creación de vivienda contra la gentrificación y turistificación para mantener a los vecinos en zonas céntricas. Con este programa, los ciudadanos han podido adquirir una vivienda en la colonia Roma por cerca de 900.000 pesos (unos US$ 45.000), muy por debajo del precio de mercado.
“Fíjense, estas viviendas costaron cerca de 900.000 pesos cada una. ¿Cuánto cuesta un departamento en la Roma, del mismo tamaño que éste? 15, 20 millones de pesos… Aquí, 900.000 pesos, y además pagado con este crédito accesible que otorga el Gobierno de la Ciudad”, dijo la jefa de Gobierno.
Además de la vivienda, la turistificación precariza el trabajo, dice Trinidad. “Para que cierta gente gane mucho dinero, tiene que haber mucha gente en una situación muy precaria”.
La especialista Cerdá advierte que los beneficios del turismo se concentran en unos pocos sectores, mientras que “perjudica a los servicios públicos, al sector industrial y a quienes tienen menos recursos”. El activista Egaña, por su parte, añade que se trata de “un trabajo muy feminizado, hecho por mujeres, personas racializadas, migrantes y jóvenes”.
La saturación turística también limita la vida cotidiana de los residentes. Trinidad dice que le resulta incómodo ir al centro de Barcelona, por ejemplo. Algunos lugares han restringido el acceso a locales por la alta afluencia de visitantes.
“En los Bunkers del Carmel, una zona de miradores muy popular, ahora no se puede subir después del atardecer por las quejas de los vecinos. Ya hay zonas que por ley no puedo visitar en mi propia ciudad”, relata Trinidad.
En Venecia, la situación llegó al punto de implementar un cobro de 5 euros por día a turistas. Desde 1951, la ciudad pasó de 175.000 a menos de 50.000 habitantes. “Va a llegar un momento en el que solo va a haber turistas”, advierte Cerdá.
Alan Estrada lo resume así desde México: “Un destino diseñado para 1.000 personas y que recibe 2.000 al día, ahí está el problema”.
Plataformas de alojamientos temporales y aerolíneas de bajo costo han facilitado los viajes, pero esto también ha incrementado la presión sobre los destinos.
Según la ONU, en 2024 se registraron 1.400 millones de llegadas internacionales, un 11 % más que en 2023. Este crecimiento del turismo ha causado saturación en puntos clave.
Movimientos ciudadanos como SET (Sur de Europa Contra la Turistificación), activos en Donostia, Barcelona, Baleares, Lisboa y Venecia, exigen prohibir nuevos pisos turísticos y priorizar la vida vecinal. Desde la academia, Cerdá propone “diseñar destinos reales, no ciudades escaparate” y apostar por el turismo de calidad, limitando el uso turístico de viviendas como en Ámsterdam o Copenhague, donde se limita a entre 30 y 70 noches al año la renta de viviendas para turistas. También sugiere fomentar el turismo regenerativo y el llamado ‘slow tourism’. “Pensemos en uno que se integre con el destino. Que aporte, en vez de restar”.
Para Estrada, en su experiencia como influencer, el camino está claro: “Hay que buscar que venga menos gente, pero una mayor calidad de turistas”. Las autoridades, dice, deben priorizar la protección de la vida local.
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