Esta antigua república soviética, uno de los países más aislados, muestra señales de estar lista para atraer más turistas
Por Joe Yogerst, CNN
Cuando el Gobierno de Turkmenistán anunció en abril nuevas regulaciones simplificadas para la obtención de visas, quienes están familiarizados con los viajes a esta nación de Asia Central no sabían bien qué pensar.
Claro que no hay muchos expertos en el tema: junto con Corea del Norte y Eritrea, Turkmenistán ha sido considerado durante mucho tiempo uno de los países más aislados del mundo, una situación que se remonta a la década de 1990, cuando la nación se separó de la desintegrada Unión Soviética y adoptó un modelo autoritario, cerrado e independiente.
Sin embargo, para ciertos viajeros —especialmente aquellos atraídos por zonas de conflicto y rarezas geopolíticas—, la impenetrabilidad de Turkmenistán le ha conferido una mística cautivadora. Solo hay un problema: entrar.
Obtener una visa de turista es un proceso largo y complejo que requiere conseguir una carta de invitación del Ministerio de Relaciones Exteriores, tras haber reservado el viaje con un operador turístico aprobado por el Gobierno. La revisión —el Gobierno decide si se permite o no el ingreso— puede tardar incluso meses.
La noticia de que el régimen tenía la intención de hacer los trámites más accesibles para los viajeros fue sorprendente, dice Dylan Lupine, cuya agencia Lupine Travel, con sede en el Reino Unido, ofrece recorridos en grupos pequeños por Turkmenistán.
“Aún estamos en la oscuridad al respecto, al igual que nuestros socios locales en Turkmenistán, ya que no ha habido actualizaciones desde entonces”, afirma Lupine. “Las nuevas regulaciones de visas aún no han entrado en vigor y no hay noticias sobre cuándo ocurrirá”.
Si el nuevo proceso se implementa, los visitantes podrían solicitar la visa en línea, y las autoridades han prometido que será mucho más rápido y con menos rechazos. Según los reportes, ya no se exigirá la carta de invitación, pero los visitantes seguirán necesitando un “patrocinador” en Turkmenistán, lo que en la mayoría de los casos significa inscribirse en un tour guiado.
“Una vez que entre en vigor, sí creo que impulsará significativamente el número de visitantes”, añade Lupine.
CNN ha solicitado comentarios al Ministerio de Relaciones Exteriores de Turkmenistán.
Durante décadas —incluso antes de la independencia de la URSS— la principal atracción de Turkmenistán ha sido el cráter de gas de Darvaza. Ubicado en el desierto de Karakum, a unas cuatro horas en automóvil desde la capital, Ashjabad, este enorme pozo en llamas es un fenómeno creado por el ser humano: surgió en la era soviética, cuando una plataforma de exploración de gas natural colapsó en un sumidero.
Tras cruzar el desierto en caravanas de vehículos 4x4, los visitantes se hospedan en campamentos de yurtas y se acercan al borde del cráter, conocido como las “Puertas del Infierno”, al anochecer, para sentir el calor y escuchar el chisporroteo de las llamas que brotan desde el fondo.
Sin embargo, Darvaza literalmente se está quedando sin gas. En los últimos años, las llamas se han reducido visiblemente y hay quienes predicen que el cráter podría apagarse por completo en los próximos años.
Pero eso no significa que no haya otros motivos para visitar el país. Antiguas ciudades de la Ruta de la Seda, con sus mezquitas históricas y minaretes, ofrecen un contraste impactante con Ashjabad, donde predominan una arquitectura moderna desmesurada y monumentos grandilocuentes dedicados a todo, desde líderes poscomunistas y poetas medievales hasta caballos dorados, el perro nacional y un toro gigantesco que sostiene el mundo sobre su cabeza.
Dado que reciben muy pocos visitantes extranjeros, el pueblo turcomano es cálido y hospitalario. Y si los paisajes áridos son lo tuyo, alrededor del 80 % del país es desierto. También está el atractivo de explorar un lugar al que muy pocos han llegado en tiempos modernos.
“Turkmenistán no se parece a ningún otro país que haya visitado”, afirma la escritora y antropóloga noruega Erika Fatland, autora de Sovietistán y otros libros sobre Asia Central y la desaparecida Unión Soviética.
“La brillante capital de mármol blanco, Ashjabad, con sus avenidas vacías, es una de las capitales más extrañas que he visitado”, afirma.
Adornada con estatuas doradas y mármol blanco, Ashjabad es tanto una maravilla arquitectónica como un ícono de Instagram. Muchas de sus construcciones tienen formas que reflejan sus funciones gubernamentales, como el edificio del Ministerio de Petróleo y Gas, que se asemeja a un encendedor gigante. Otras fueron creadas para romper récords Guinness, como la rueda de la fortuna cubierta más grande del mundo y una colosal cabeza de caballo que se alza sobre el estadio nacional.
En el bazar ruso cubierto de la ciudad, los vendedores ofrecen muestras de caviar obtenido de la porción del mar Caspio que le corresponde a Turkmenistán, como pudo comprobar esta cronista durante una visita reciente. La gastronomía, con influencias persas y centroasiáticas, es sorprendentemente buena. La vida nocturna es bastante limitada, pero se puede tomar una cerveza fría en Clever’s Irish Pub o en el Florida British Pub.
Alguna vez en una posición estratégica a lo largo de la ruta comercial de la Ruta de la Seda entre Asia y Europa, el país alberga varios sitios Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, entre ellos las fortalezas partas de Nisa, cerca de Ashjabad, y las extensas ruinas de Merv, en el este de Turkmenistán. Aún más impresionantes son la gran mezquita ricamente decorada, los mausoleos y el altísimo minarete de Kunya-Urgench, en el extremo norte.
“Mis experiencias más hermosas en Turkmenistán fueron en el campo, en el desierto, donde conocí a las personas más amables y hospitalarias que he visto en mi vida”, cuenta Fatland. “El único inconveniente fue la leche fermentada de camella, chal, la bebida nacional de facto, que me servían en cantidades generosas. Digamos que es un gusto adquirido”.
Paradójicamente, Turkmenistán era más fácil de visitar durante los días de la Unión Soviética, cuando Intourist facilitaba los viajes dentro del país. Creada en 1929 por el líder autoritario Iósif Stalin, la agencia estatal de turismo tenía la tarea de generar divisas extranjeras mediante el turismo y asegurarse de que los visitantes (casi todos bajo visitas guiadas estrictamente supervisadas) solo vieran el lado más favorable de la Unión Soviética.
Con oficinas en Londres, Nueva York y otras ciudades del extranjero, Intourist atraía a los viajeros con llamativos carteles y anuncios en periódicos. Entre los recorridos que ofrecía en la década de 1930 estaba el viaje de 16 días Ciudades inmemoriales del Turkestán, que incluía una parada en la “floreciente Ashjabad”.
El turismo creció lentamente al principio. Pero con el deshielo de la Guerra Fría en la década de 1980, la URSS comenzó a atraer a unos cuatro millones de turistas al año. La desintegración de la Unión Soviética tras la caída del Muro de Berlín ofreció una oportunidad para aumentar aún más las visitas. Sin embargo, Turkmenistán no se subió a esa ola.
Cuando Moscú ofreció la independencia a sus 14 repúblicas socialistas, en 1991, el líder turcomano Saparmurat Niyazov inicialmente se mostró reacio a aceptarla.
“Todo se reduce realmente a Niyazov”, afirma Lupine. “Antes de la ruptura de la Unión Soviética, sus acciones demostraban rechazo hacia la perestroika y la glasnost. Tras la independencia, implantó sus propios métodos, pero estaban fuertemente influenciados por el modelo soviético”.
O más bien por el viejo modelo soviético, que limitaba el número de turistas y los mantenía bajo control estricto, en recorridos guiados que mostraban solo los aspectos de Turkmenistán que Niyazov quería que el mundo viera.
Mientras tanto, las enormes reservas de gas del país permitieron que Turkmenistán se mantuviera autosuficiente y neutral en la era postsoviética, eliminando la necesidad de influencia internacional externa. Incluso después de la muerte de Niyazov, en 2006, el nuevo liderazgo continuó restringiendo fuertemente la llegada de visitantes extranjeros.
Pero hay indicios de que el cambio podría estar a la vuelta de la esquina.
Según el informe más reciente del Índice de Transformación de Bertelsmann (BTI, por sus siglas en inglés) sobre Turkmenistán, el país ha enfrentado problemas económicos desde hace casi una década. Con la esperanza de atraer más inversión extranjera y aumentar el empleo, el Gobierno ha buscado cooperación económica con otras naciones, como el reciente acuerdo de reparto de gas natural con Turquía e Irán.
Algunos observadores creen que el intento de simplificar el proceso de aprobación de visas y fomentar el turismo forma parte de esta estrategia general, como una vía adicional para fortalecer sus reservas de divisas. El turismo está en auge en Uzbekistán y Kazajstán, dos de sus vecinos en Asia Central.
“Cuando Uzbekistán simplificó sus trámites de visado tras la muerte de [presidente Islam] Karimov, el turismo se multiplicó, y tal vez esperan lograr efectos similares en Turkmenistán”, comenta Fatland.
“Los otros ‘stanes’ ya permiten la entrada sin visa a muchas nacionalidades, así que puede que los turcomanos hayan sentido la necesidad de flexibilizar un poco.”
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