'Las personas que conozco que tienen conciencia quieren irse de EE.UU.': por qué esta mujer estadounidense se mudó a Bali
Por Tamara Hardingham-Gill, CNN
Recorriendo las transitadas y estrechas carreteras de Bali en su scooter, con el sol iluminando su rostro, Victoria Kjos tiene un destino claro: la playa.
La estadounidense de 71 años, que se mudó allí en 2022, suele disfrutar con regularidad de las playas de Sanur, que se extienden a lo largo de la costa sureste de ese destino tropical, también conocido como la “Isla de los Dioses”.
Cuando no está disfrutando de uno de los mejores tramos de costa de Bali, se puede encontrar a Victoria explorando sitios como Besakih, un complejo de templos conocido como el “Templo Madre de Bali”, ubicado en las laderas del monte Agung, el volcán más alto de la isla, o disfrutando de un masaje en un spa local.
Su vida actual está a kilómetros de distancia de la que tuvo en Estados Unidos, donde disfrutó de una larga carrera trabajando para el Gobierno, en el cargo de tesorera estatal adjunta de Dakota del Norte en 1979.
Victoria dice que ahora está felizmente instalada en este destino turístico del sudeste asiático, conocido por sus campos de arroz, bosques llenos de monos y templos antiguos, y no se ve a sí misma regresando a Estados Unidos.
“Para mí, lo mejor (de vivir en Bali) es probablemente el clima”, dice Victoria a CNN Travel sobre el “lugar mágico” que ahora es su hogar. “Es igual durante todo el año. No he necesitado ni un suéter ni una chaqueta de manga larga en tres años”.
Sin embargo, su motivación para mudarse a la isla fue algo más serio: estaba desilusionada de la vida en Estados Unidos.
“Visto desde afuera, no debería haberme quejado de nada”, dice. Habiendo trabajado también en el sector inmobiliario, la banca y como instructora de yoga, con el tiempo se había forjado una vida relativamente cómoda en Phoenix, Arizona.
“Tenía una bonita casa en un buen vecindario. Manejaba un auto deportivo convertible. Frecuentaba los eventos de inauguración de teatros, óperas y galerías de arte. Disfrutaba con frecuencia de comidas con amigos queridos y familiares”, asegura.
No obstante, Victoria se dio cuenta de que continuamente era testigo de “tendencias que realmente no encajaban” con sus creencias y sentía que necesitaba tener una “existencia con mayor significado”. Ella dice que quería algo más que su “existencia estadounidense de clase media”.
“Comencé a ver que nuestra cultura se había vuelto tan ensimismada”, dice. “Tan impulsada por ‘el yo’ y tan centrada en el dinero, que me pregunté si allí era donde quería pasar el resto de mi vida o no”.
Fueron estos pensamientos, la sensación de creciente insatisfacción, los que la pusieron en el camino a Bali. Pero su viaje hasta llegar allá estuvo lejos de ser fácil. De hecho, dice que ni siquiera era una de sus opciones favoritas cuando estaba considerando lugares a donde mudarse.
En 2012, Victoria vendió su casa en Arizona, su automóvil y se deshizo de la mayor parte de sus pertenencias, antes de embarcarse en un “viaje espiritual” a la India, armada con tan solo un par de guías de viaje.
“No sabía cuánto tiempo me quedaría”, dice. “No sabía cómo sería el viaje”.
Pasó alrededor de seis meses en un viaje “que cambió su vida y fue increíblemente transformador” por la India. Recorrió 13 estados, visitando templos, cuevas de meditación y jardines, y practicando cantos, yoga y meditación.
“Soy una persona diferente gracias a la India”, afirma. “Espero haberme convertido en alguien más amable, menos crítica, más paciente y reflexiva”.
Los siguientes años la vieron pasar más tiempo en Asia, incluido un período de 18 meses en la India en 2017, y luego cuatro meses en Tailandia, en la ciudad costera de Hua Hin, cerca de Bangkok. También visitó Nepal.
Durante todo ese tiempo, Bali iba calando en su conciencia poco a poco.
“Seguí encontrándome con compañeros de viaje que decían: ‘Oh, debes ir a Bali. Es maravilloso’. Y pensé: ‘¿Por qué no?’”
Victoria finalmente viajó a Bali en 2019 e instantáneamente se enamoró del lugar. “Hay algunos que creen que hay una convergencia de varios vórtices de energía en Bali, lo que le da su cualidad mágica”, afirma. “Hay algo muy especial aquí, y lo sentí de inmediato”.
Cuando regresó a Estados Unidos, Victoria sintió que finalmente era momento de echar raíces en un lugar nuevo, pero a pesar de estar cautivada por la “magia” de Bali, inicialmente optó por el “cercano y conveniente” México, mudándose en 2020 a Mazatlán, un destino turístico en el Pacífico, donde pensó que pasaría el resto de su vida.
Poco más de dos años después, lo reconsideró. “Decidí que México realmente no era el lugar adecuado para mí”, dice, explicando que no le agradaba la reputación de “lugar de fiesta” de su destino elegido. Pensó nuevamente en la India, pero para entonces Bali ya la había conquistado.
“Y me había gustado Bali, así que terminó siendo mi elección final”.
Otro incentivo: Indonesia ofrece una visa para jubilados, conocida como KITAS, y Victoria cumplía con los requisitos de ingresos para obtenerla.
Mudarse a un nuevo país dos veces en unos pocos años puede parecer un plan desalentador, pero dice que se le hizo más fácil gracias a su situación personal.
“Estuve casada durante poco tiempo, pero he estado sola la mayor parte de mi vida… no tengo hijos”, asegura. “Entonces, es mucho más fácil para mí recoger todo y mudarme que para aquellas personas que tienen hijos y nietos que tiran de las fibras del corazón”.
Y así, en mayo de 2022, Victoria llegó a Bali para comenzar su nueva vida y dice que “inmediatamente se sintió muy cómoda”.
“Nunca hubo ninguna duda de que no me quedaría”, agrega, describiendo cómo rápidamente quedó cautivada por la cultura balinesa, que tiene sus raíces en las tradiciones y la espiritualidad, y amaba su “energía tranquila”.
Victoria sintió que los lugareños eran muy acogedores y le era fácil hacer nuevos amigos, a pesar de no hablar balinés o indonesio.
No obstante, afirma que dio muchos “pasos en falso” durante sus primeros meses en Bali, particularmente cuando se trató de encontrar un lugar para vivir.
“Todo el mundo es un agente de bienes raíces”, dice. “Pero realmente no lo son. (Es como que) todo el mundo tiene un amigo que tiene un amigo, que tiene un amigo”.
Después de mudarse de varios lugares, Victoria finalmente se estableció en Sanur, una tranquila ciudad costera famosa por sus hermosas playas con una sólida comunidad balinesa. Victoria dice que, en broma, se le conoce como “Ronquido” debido a su ambiente relajado y por lo popular que es entre los jubilados y las familias.
Victoria vive en una casa pequeña, moderna y en una zona privada, que cuenta con puertas corredizas de vidrio de estilo balinés tradicional y techos altos, con un dormitorio, una sala de estar, cocina y baño.
“Los ladridos del perro de mi vecino son el único ruido que escucho aquí”, cuenta. “Así que es algo que llama mi atención o sirve como recordatorio de que existe un mundo exterior”.
Victoria, quien se describe como una “introvertida declarada”, reconoce que socializa aún menos en Bali que en Estados Unidos, pero asegura que eso le viene perfecto.
“Yo era una de esas personas que amó la época de covid-19”, dice, recordando los confinamientos durante la pandemia. “Estaba en el paraíso, porque vivo casi como una ermitaña”.
Aunque intenta aprender balinés, Victoria dice que la mayoría de sus amigos allá hablan inglés y a menudo nota que los lugareños prefieren hablarle en su lengua materna, aunque ella quiera practicar balinés.
“Creo que es realmente importante aprender el idioma en cualquier país extranjero, no solo para beneficiarte y comprender, sino también como respeto a país”, asegura. “En realidad, estoy más interesada en aprender el idioma para poder leer los letreros en la calle y esas cosas, más que para hablarlo”.
Aunque se ha encontrado con muchos otros extranjeros que se han mudado a Bali, Victoria dice que se siente más conectada con los balineses y que la mayoría de sus amigos son oriundos de la zona.
“No he conocido a un solo estadounidense que decidiera reubicarse aquí que esté en el mismo camino que yo”, dice. “Entonces, paso mi tiempo con los lugareños, no con los extranjeros. Porque espiritualmente tengo más cosas en común con ellos”.
Victoria dice que es una admiradora de la cultura local porque está muy orientada a la familia.
“Creo que así era mi país hace un siglo, donde los abuelos y los padres y los hijos y los nietos vivían en la misma casa”, cuenta.
“Generaciones vivían juntas. Ya no vivimos así en Estados Unidos. Una vez que tienes 17 o 18 años, te vas a la universidad y no quieres volver a casa nunca más”.
También ha notado que la vida en Bali, que es una región de mayoría hindú en una Indonesia de mayoría musulmana, parece girar en torno a las ceremonias, que con frecuencia tienen prioridad sobre el trabajo u otras actividades.
“Hay ceremonias para todo. Desde el nacimiento de un niño hasta cuando se le pone el nombre al bebé, pasando por la cremación y el aniversario de la cremación”, explica. “La ceremonia es lo primero, lo que sería inaudito en mi país. Excepto por los días festivos importantes en Estados Unidos, como son la Navidad, la Pascua y el Día de Acción de Gracias”.
El año pasado, Victoria fue invitada a una ceremonia de cremación balinesa, conocida como Ngaben, y fue la única persona no local que asistió. “Por lo tanto, me sentí como una invitada de honor, presenciando el lavado tradicional del cuerpo el primer día y la cremación el segundo, con elaborados rituales, toque de tambores, música, comidas y procesiones”.
Bali tiene un ritmo mucho más lento de lo que ella está acostumbrada, lo que tiene sus pros y sus contras, de acuerdo con Victoria.
“A veces me encuentro parada en la fila del supermercado y toma como 15 minutos y tres personas hacer algo que en Estados Unidos tomaría cinco minutos”, dice. “Pero así es”.
Como el costo de vida es más bajo en Bali, el dinero de Victoria rinde más, lo que significa que puede permitirse cosas que alguna vez habría considerado lujos.
“Pedir comida a domicilio o a través de servicios de catering es tan barato, casi da pena”, comenta, señalando que rara vez cocina y que sus gastos de vivienda son aproximadamente una cuarta parte menos que en Estados Unidos.
“Así que por esa misma razón no lavo la ropa en casa. Es barato llevarla a que te la laven, a un minuto de distancia”.
Se desplaza principalmente en motoneta, que aprendió a conducir a los 65 años, y aunque ha tenido un “par de casi accidentes” en las carreteras balinesas, Victoria prefiere el transporte en dos ruedas que un automóvil debido a los frecuentes atascos de tráfico en Bali.
“Soy cautelosa”, dice. “Y soy vieja. Sé que mis reflejos son más lentos que los de los jóvenes. Así que conduzco lentamente por la izquierda. La gente me pasa todo el tiempo, pero realmente no me importa”.
Aunque Victoria sufre de una afección médica crónica, que le causa dolor y fatiga, se describe a sí misma como una persona de “relativamente buena salud”, señalando que también camina todo lo que puede y va a clases de yoga con regularidad.
Ella dice que ha tenido experiencias positivas con el sistema médico local, que consta de proveedores de atención médica públicos y privados.
“Tengo la suerte de estar en el programa de seguro médico del Gobierno, que es muy asequible”, dice, y agrega que también tiene un plan de seguro privado que la cubriría por si le pasa “algo grave”.
Victoria señala que el estándar de atención no es el mismo que “en Occidente u otros países”.
“Mi sensación es que, si vas a vivir aquí, tienes como que aguantarte…”, dice ella. “Si quieres medicina occidental, entonces quédate en un país occidental. Pero en general, estoy contenta”.
Señala que “los centros de jubilación o las residencias de ancianos y las opciones para vivir en una comunidad de asistencia” son “inexistentes” en Bali, ya que las familias tienden a cuidar de sus familiares ancianos al final de sus días. Luego, bromeando, añade que es posible que no tenga más remedio que regresar a Estados Unidos si vive “demasiado tiempo”.
Sin embargo, después de residir en la isla indonesia durante tres años, Victoria dice que no puede imaginarse volver a la vida que tenía antes.
“Digo en broma que la única manera en que voy a poner un pie en Estados Unidos de nuevo es si estoy demente’”, afirma. “Todas las personas que conozco en Estados Unidos, que tienen una conciencia y alma, quieren irse de allí ahora”.
Dentro de los próximos dos años, Victoria planea convertir su visa para jubilados en una visa KITAP, o tarjeta de permiso de estadía permanente, que es válida por cinco años.
Sin embargo, reconoce que extraña las cosas simples de vivir en EE.UU., como poder hacer todas sus compras en un solo lugar.
“Sé que parece un poco tonto”, dice. “Pero la diferencia son las opciones de compra: nos malcrían (en EE. UU.).
“Hay una gran farmacia en cada esquina. Puedes entrar y comprar todo en un solo lugar. Aquí, tienes que ir a 10 tiendas diferentes y pequeños mercados. No tienes el mismo tipo de surtido de productos”.
Victoria también extraña ir a la ópera y al teatro con regularidad, pero enfatiza que “no hay nada por lo que estar triste”, ya que fue una “participante activa en esas actividades durante 40 años”.
Aunque está felizmente instalada en Bali, Victoria reconoce que no ha descartado mudarse “a otro lugar”, describiéndose a sí misma como una “nómada”.
“He aprendido a nunca decir ‘nunca’ y a siempre ser flexible”, asegura. Su enfoque principal ahora es tratar de “vivir un poco más conscientemente” y “prestar servicio” durante lo que ella describe como la “última fase” de su vida.
“La vida de una persona se enriquece con la variedad y el cambio”, agrega Victoria. “Y me siento increíblemente bendecida por concluir mi vida en un lugar tan hermoso y tranquilo”.
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