"The Owl Bar" era el lugar donde todos sabían los nombres de todos. Entonces, una cara conocida entró y abrió fuego
Por Elizabeth Wolfe, Taylor Galgano, Jillian Sykes y Michelle Watson, CNN
Bajo el resplandor de las luces de neón y entre las paredes y techos recargados de The Owl Bar, la bartender Cassandra Dutra pasa muchas de sus noches atendiendo a conocidos que se agolpan en su barra, y a menudo pierde la cuenta de las rondas que los clientes habituales se invitan entre sí a medida que avanzan las horas.
Dutra vive a unos pasos del antiguo bar de barrio en su pequeño pueblo de Anaconda, en Montana. A veces siente que es parte del elenco de la comedia “Cheers”, ese segundo hogar donde todos saben tu nombre.
Así que, después de que un atacante abriera fuego dentro del bar la mañana del viernes, Dutra supo de inmediato que conocía a cada una de las personas que murieron, entre ellas su compañera de trabajo Nancy Kelley y tres de sus clientes habituales: Daniel Baillie, David Leach y Tony Palm.
“Son personas que me importan. Son personas con las que paso todos los días”, dijo Dutra. Supo que Tony era una de las víctimas cuando vio su camioneta estacionada afuera la mañana del tiroteo, exactamente a la misma hora que cada día.
El presunto atacante, Michael Brown, tampoco era un desconocido.
“La gente sabe quién es”, dijo Dutra, y señaló que Brown solía frecuentar el bar. “Él también conoce a una buena parte de las personas, porque creció aquí, pero no formaba parte de la camaradería”.
Un familiar de Brown, que pidió mantener el anonimato por razones de privacidad, dijo a CNN que también trabajó durante años en el bar y conocía a las cuatro personas que murieron.
Brown, quien vivía justo al lado de The Owl Bar, lleva seis días prófugo tras huir de la escena del crimen, según las autoridades. Mientras decenas de agencias recorren los densos bosques y montañas que rodean el pueblo, los habitantes lamentan en privado la tragedia ocurrida en un bar que ocupa un lugar especial en sus corazones y en la historia de la región.
“Es el ambiente más increíble. Todos se quieren muchísimo ahí dentro”, dijo Dutra. “No era el típico lugar escandaloso de fiesta… Cuando entrabas al bar, cada una de las personas que estaban sentadas sabían quién eras”.
Casi cada rincón del estrecho interior del bar está cubierto con carteles luminosos de marcas de cerveza, tiras de luces de neón y afiches con chistes subidos de tono y bromas de bar. Una foto de 2022 muestra un cartel sobre la barra que dice: “Los precios pueden variar según la actitud del cliente”. Otro: “¿No te gustan las armas? ¡No compres una!”
Paneles pintados cubren el techo sobre los sillones altos, una rocola y una mesa de billar, formando un tablero de anuncios de negocios locales, logotipos de equipos deportivos y marcas de licor.
“Es un pueblo tan alegre, y ese bar es simplemente un lugar divertido y muy unido”, dijo Dutra.
Es difícil determinar cuántos años tiene exactamente The Owl Bar, pero el consenso local dice que es realmente antiguo, y tiene las historias y los recuerdos para (más o menos) comprobarlo.
“Es el bar más antiguo de Anaconda”, dijo Sierra Fitzpatrick, una residente de 31 años. “Ha estado aquí —caray— antes de que yo naciera. Es simplemente un emblema”.
Algunos habitantes aseguran que su primera versión abrió en la década de 1880, y un residente dijo a CNN que cree que el retrato del presidente Franklin Delano Roosevelt, colgado detrás de la barra, está allí desde que fue elegido en 1932.
El periódico The Montana Standard sitúa el origen del bar al menos en la década de 1960, cuando el pueblo era el epicentro de una gran fundición de cobre operada por la Anaconda Copper Company. Aunque ese proyecto fue clausurado en 1980, la comunidad aún vive a la sombra de “The Stack”, una chimenea de ladrillo más alta que el Monumento a Washington, donde trabajaron durante décadas los hombres de Anaconda.
Los trabajadores de la fundición solían frecuentar The Owl Bar en aquellos años, cuando “tres tragos y una cerveza costaban US$ 1,50”, según un reportaje de 2018 del Montana Standard.
El residente Chris McNaughton contó que su bisabuelo, Hank Walsh, quien trabajaba en la fundición, “paraba en The Owl a tomar una cerveza y un trago de whisky irlandés camino a casa en el tranvía”.
Dijo que el bar se ha convertido en el telón de fondo de décadas de historia familiar. Desde 1980, su familia celebra allí una reunión anual —cancelada solo durante la pandemia de covid-19— en la que juegan, entregan premios familiares y levantan un vaso en honor a su bisabuelo.
“Dimos gracias este fin de semana, porque si el atacante hubiera decidido esperar un día más, nuestros más de 70 familiares habríamos estado todos apretujados en ese pequeño bar”, dijo. “Volveremos a The Owl el próximo verano”.
La mañana del tiroteo, Dutra contó que permaneció cuatro horas sobre la acera viendo cómo The Owl Bar era rodeado por equipos SWAT y decenas de agentes del orden. Cuando finalmente intentó salir de su calle, tuvo que agacharse para pasar por debajo de la cinta de la escena del crimen. Es una imagen que antes no habría podido imaginar.
“Es demasiado para asimilar en una comunidad como Anaconda”, dijo Dutra.
Pero incluso mientras continúa la búsqueda del sospechoso, los residentes hacen todo lo posible por apoyar al dueño del bar, David Gwerder, y honrar la memoria de los amigos que perdieron. Dutra aún intenta procesar la muerte de Kelley, una enfermera convertida en bartender que se había jubilado recientemente tras una larga carrera dedicada al cuidado de pacientes con cáncer.
“Es un final extremadamente injusto para alguien que dedicó toda su vida a los pacientes con cáncer y a marcar una gran diferencia”, dijo Dutra.
Fitzpatrick dijo que espera que las personas respeten a las víctimas y mantengan conversaciones más profundas sobre la salud mental, después de que familiares del sospechoso y varios residentes manifestaran que Brown llevaba mucho tiempo lidiando con enfermedades de ese tipo.
“De verdad espero que podamos luchar por la salud mental, que seamos considerados con la persona que está sentada a nuestro lado”, dijo Fitzpatrick. Contó que le ha conmovido ver a negocios locales haciendo todo lo posible por alimentar y cuidar a los socorristas, algo que, según dijo, es típico de una comunidad unida como la de Anaconda.
Una vez que The Owl Bar vuelva a abrir, Fitzpatrick estará allí para apoyar a Gwerder y acompañar a la ciudad.
“David siente mucho orgullo por su bar, y eso lo respeto profundamente”, dijo Fitzpatrick. “Apoyaré a The Owl Bar al 110 % cuando reabran”.
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