El duro relato de un argentino detenido más de 80 días en Estados Unidos antes de su deportación: "Me sentí humillado"
Por Manuela Castro, CNN en Español
Nicolás Emmanuel Fernández quería tener una vida entre Estados Unidos y Argentina: “Ir y venir, sin problemas, quedarme unos meses acá, unos meses allá”, dice a CNN. “Ese era el sueño”, repite, pero algo salió mal. “Me volví con las manos vacías”, se reprocha.
El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) detuvo a Fernández el 24 de marzo, según confirmó a CNN el gobierno de Estados Unidos, su visa le exigía salir del país mucho antes, el 13 de septiembre de 2024.
Es 30 julio en Buenos Aires y el argentino de 38 años todavía busca ordenar en su cabeza lo que ocurrió entre su llegada a Miami a comienzos de 2024 y su salida poco más de un año después. Entró con una visa de turista y la promesa de un trabajo en limpieza de piscinas que le hizo un ciudadano cubano, dice, y se fue esposado de pies y manos, con una cadena en la cintura para que no pudiera despegar las muñecas de su cuerpo, en un avión de deportados, tras más de 80 días de reclusión en distintos centros para inmigrantes.
“Humillado”, es la palabra que utiliza Nicolás para describir lo que vivió.
Hacía años que Nicolás quería vivir en Estados Unidos. Desde 2015 viajaba de vacaciones, aprovechando al máximo los noventa días que le permitía la visa de turista, pero dice que no se animaba a dar el paso de instalarse. Hasta que una oferta lo empujó a decidirse: “Trabajo, vivienda…. me convencieron de quedarme como lo hace mucha gente -es decir, como indocumentado- y dije, no voy a desaprovechar la oportunidad, voy a intentarlo, después de ahí, iré buscando mi camino”.
Empezó a trabajar ni bien llegó a Miami con un cubano limpiando piscinas y con un venezolano en jardinería, cuenta, y el resto de las horas del día las completaba en el gimnasio. Se lo ve en las fotos y videos de aquellos días, la playa de fondo, su cuerpo en primer plano, orgulloso, sin remera, cada uno de los músculos posando para la cámara.
“Tenía mi trabajo, mis amigos, el gimnasio que a mí tanto me gusta, vivía tranquilo, sin preocupaciones”, dice.
Con la asunción de Donald Trump y el endurecimiento de las políticas migratorias tampoco se inquietó. Dice, incluso, que veinte días antes de ser detenido, la policía le había hecho una multa por una infracción de tránsito que no le trajo mayores inconvenientes. Por eso no sintió miedo el día que lo detuvieron, ni siquiera se le cruzó por la cabeza lo que estaba por pasar.
La policía detuvo a Nicolás en Orlando, en un supermercado. El argentino estaba de vacaciones en esa ciudad y relata que al salir del estacionamiento del local, un patrullero que se encontraba en el establecimiento salió detrás suyo: “Me hacen luces y me hacen sonar la sirena para que frene. Yo en mi cabeza dije, me va a pasar lo mismo, me van a pedir la licencia americana, que no la tenía, le muestro la de mi país, me dice que no sirve. Se va al auto, vuelve y me dice ‘te tengo que detener’”.
Sin embargo, los registros judiciales retratan una escena distinta en la que refieren a un intento de hurto en el lugar, algo que Nicolás niega.
CNN ha consultado con la cancillería de Argentina que estuvo acompañando el caso mediante el consulado local y no quisieron hacer declaraciones alegando el respeto a la confidencialidad de Fernández.
Nicolás quedó arrestado en Winter Park y luego quedó en custodia de ICE.
La incertidumbre, dice Nicolás, era uno de los sentimientos que más lo perturbaba: “No saber qué va a pasar con vos… Había un pasillo donde veía gente que pasaba; el FBI, con las camperas del FBI, la DEA, los mismos policías de ICE. Y por ahí, abrían la puerta de la celda y te decían: venga con nosotros, ¿a dónde vamos? No sé”.
Los primeros días de reclusión fueron en Krome, en Miami-Dade. Allí recuerda haber pasado siete días en una celda pequeña con alrededor de 40 personas, según pudo calcular, dos inodoros, sin camas ni colchones, sin abrigo y con el aire acondicionado a bajas temperaturas. “La famosa hielera”, dice, celdas de tránsito muy frías.
Lo que siguió fue, según describe, un periplo de traslados constantes y condiciones cambiantes. Cada vez que era movido de centro, relata que lo esposaban en manos, tobillos y, a la vez, le cruzaban una cadena en la cintura en donde trababan las muñecas para que no pudiera alejar los brazos del cuerpo.
“A veces hasta te tenía que ayudar los guardias, te agarraban de la ropa para impulsarte porque no te daba la longitud de la parte de la cadena para subir al bus”, explica. Cuenta, también, que en alguna oportunidad pasó cerca de 16 horas esposado entre que ataban a cada uno de los reclusos y los trasladaban y los volvían a desencadenar.
Las condiciones de detención variaban según el centro en el que le tocara estar. Según su relato, Nicolás estuvo en Krome, después en el centro de transición Broward, ubicado en Pompano Beach, también en Florida, luego en Karnes, Texas, y finalmente en Alexandria en Louisiana, desde donde fue deportado.
En algunos lugares, tenía posibilidad de comunicarse con el exterior ilimitadas, en otras, más o menos tiempo de recreación, de higiene, de acceso a alimentos. “Los primeros siete días fueron los peores que viví, después fueron mejorando en algunos lugares. En Pompano mejoró un montón, pero cuando me mandan a Texas, empeoró. Depende de dónde te mandaban”, explica.
El gobierno de Estados Unidos le dijo a CNN que ICE ha trabajado para obtener más espacio en sus centros y que la alimentación se planifica con base en una dieta establecida por profesionales. En cambio, no dieron detalles sobre los traslados entre centros de detención.
El día del cumpleaños del papá de Nicolás fue el día en que se enteró que volvería a su casa. Si bien un juez ya le había comunicado la resolución de expulsarlo del país, esa comunicación telefónica no se la olvida más.
“El 5 de junio era el cumpleaños de mi papá y lo tuve que llamar detenido. Me dice, tengo una buena noticia para darte. El jueves que viene te voy a buscar al aeropuerto. ‘¿Cómo al aeropuerto?’ Yo no entendía nada. ‘El jueves que viene sale el avión para Argentina y vos estás en el avión’”, dice con lágrimas en los ojos.
Nicolás llegó a Argentina esposado de pies y manos el 13 de junio. En una selfie que sacó horas más tarde en el baño de su casa se lo ve delgado y con varios kilos menos que a aquel hombre que sonreía en las playas de Miami. Aún tiene un proceso abierto en Estados Unidos por la acusación de hurto en el supermercado, con fecha de audiencia prevista para septiembre.
En el Aeropuerto Internacional Ezeiza, en Buenos Aires, lo esperaban sus padres. “Fue muy triste”, dice.
Hoy mira hacia atrás y se siente tranquilo de estar en Argentina, pero sostiene que no era este el final que buscaba para su historia: “Estoy contento porque la pasé muy mal, pero no era mi proyecto. No era el momento para mí de volver todavía”.
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