Xi, Putin, Kim y Pezeshkian se reúnen en Beijing para un gran desfile militar que desafía a Occidente
Análisis por Simone McCarthy, CNN
Durante los últimos tres días, Xi Jinping fue anfitrión de una cumbre en una de las ciudades portuarias más concurridas de China, y le dio la bienvenida a líderes de toda Asia y Medio Oriente para reuniones cuidadosamente coreografiadas y diseñadas para mostrar su visión de un nuevo orden mundial.
Ahora, el líder chino se dispone a exhibir una imagen muy diferente con una ostentosa exhibición de poderío militar.
Este miércoles tomará el control de la arteria principal de Beijing, la Avenida de la Paz Eterna, para un gran desfile militar que exhibirá las armas hipersónicas de última generación del país, misiles con capacidad nuclear y drones submarinos, junto a miles de soldados marchando al paso de la oca.
El mensaje de Xi con su ejercicio de varios días de poder blando y duro es claro: China es una fuerza que quiere restablecer las reglas globales y no tiene miedo de desafiar las de Occidente.
Ese mensaje queda claro en la lista de invitados de Xi a la reunión: una cohorte de más de dos docenas de líderes mundiales amigos de China, encabezados por el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el líder de Corea del Norte, Kim Jong Un, y que también incluye al presidente de Irán, Masoud Pezeshkian.
Esto también marca la primera vez que los líderes de un cuarteto de naciones que los estrategas de Washington advierten que están convergiendo para formar un “eje de agitación” antiestadounidense estarán juntos en un evento.
Para los líderes occidentales que intentan desesperadamente aumentar la presión sobre Putin para que ponga fin a su guerra en Ucrania, esas imágenes parecerán duras.
Algunos observadores occidentales consideran a Irán, Corea del Norte, China y Rusia como un eje antiamericano emergente precisamente porque Teherán y Pyongyang han suministrado armas a Moscú y –en el caso norcoreano– tropas, mientras que China ha ayudado a su economía e industria devastadas por la guerra.
Mientras Xi les ofrece asientos a su lado en un día simbólico para China, se muestra como el único peso pesado mundial que podría tener una verdadera oportunidad de presionar a Putin para que ponga fin a su guerra. Una influencia que no piensa usar para jugar según las reglas de Occidente.
Para Xi, el líder más poderoso y de mayor permanencia en el cargo en China en décadas, el simbolismo –y el momento oportuno– tendrán un propósito.
Bajo la presidencia de Donald Trump, Estados Unidos está reestructurando sus alianzas y causando problemas económicos a países de todo el mundo, incluso a amigos y aliados, con su guerra comercial global. Xi ve el momento oportuno para realizar lo que podría ser su demostración más contundente hasta la fecha de su desafío a un mundo basado en las normas y sensibilidades occidentales.
Las imágenes ya están dando sus frutos para el líder de China.
Algunos vistazos a las actividades de los asistentes a la cumbre en los últimos días han mostrado una poderosa camaradería entre los reunidos: el primer ministro de india, Narendra Modi, y Putin saludaron animadamente a Xi, Modi abrazó a Putin y otros mandatarios se acercaron para saludar al líder de Rusia mientras caminaba hombro con hombro con Xi.
Se podría decir que estos momentos tienen resultados tan poderosos como las declaraciones realizadas y señalan una convergencia de líderes sin Occidente.
“Lo que Xi intenta transmitir es certeza sobre el papel de China en los asuntos internacionales. Esto indica claramente a la población de toda la región que el país se ha consolidado como una gran potencia y que no se irá a ninguna parte”, afirmó Jonathan Czin, titular de la Cátedra Michael H. Armacost de Estudios de Política Exterior en Brookings.
“Si eres un aliado o socio de Estados Unidos, estás sentado en una capital en algún lugar de la región y tiene dudas reales sobre si puede o no confiar en Estados Unidos como socio, es una pantalla dividida incómoda de ver”, añadió.
A lo largo de su pompa y diplomacia de los últimos días, Xi se ha mostrado muy consciente de la oportunidad que le ha brindado la reestructuración de la política exterior estadounidense.
En sus discursos y reuniones con los líderes reunidos en la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) este domingo y el lunes –una cohorte de mandatarios provenientes de lugares tan lejanos como las Maldivas y Mongolia–, Xi reiteró el mensaje de que el mundo está en un estado de cambio y caos y que China es la potencia responsable y estable para guiarlo hacia el futuro.
“Debemos oponernos a la mentalidad de guerra fría, bloquear la confrontación y las prácticas intimidatorias”, declaró Xi este lunes, utilizando un lenguaje que desde hace tiempo ha sido el código de China para describir lo que considera el comportamiento de Estados Unidos.
También prometió cientos de millones en subvenciones a los estados miembros de la OCS este año e impulsó una iniciativa para reformar el sistema internacional.
El mensaje no es nuevo, pero Beijing apuesta a que tendrá un impacto diferente después de que la principal superpotencia mundial haya cortado su vasta red de ayuda exterior, haya impuesto aranceles agobiantes a los países en desarrollo y haya planteado interrogantes entre sus aliados y socios sobre si realmente los respalda.
Como lo expresó el líder de China en un discurso pronunciado este lunes por la noche: “Las reglas internas de unos pocos países no deberían imponerse a otros”.
Y Xi ya ha visto los beneficios por el cambio de Estados Unidos.
Basta con mirar a India, cuyo primer ministro Narendra Modi fue visto sonriendo y bromenado mientras hablaba con Xi al lado de Putin este lunes, una muestra significativa de calidez de un líder cortejado durante mucho tiempo por Estados Unidos como un contrapeso asiático a China.
El mes pasado, India recibió aranceles de hasta el 50 % sobre sus exportaciones a Estados Unidos, la mitad de los cuales fueron aplicados como penalización por sus compras de petróleo ruso, que Washington considera que ayudan a financiar la guerra de Putin.
E incluso para países como los del Sudeste Asiático, que durante mucho tiempo han observado con cautela el creciente poder militar de China y su asertividad en lo que respecta a sus reclamos territoriales en el mar de China Meridional y sobre Taiwán, la cambiante dinámica global podría tener un efecto, dicen los observadores.
Si hay un momento para cortejar a líderes que durante mucho tiempo han tratado de equilibrar entre Estados Unidos y China, “el momento es ahora”, dijo Chong Ja Ian, profesor asociado de la Universidad Nacional de Singapur.
Pero si bien Xi está usando su itinerario altamente coreografiado esta semana para presentar su liderazgo a una amplia cohorte de naciones, también lo está usando para contrarrestar las críticas occidentales a sus vínculos de larga data con socios como Corea del Norte, Rusia e Irán, todos vistos como actores rebeldes por Occidente.
A raíz de la guerra de Putin en Ucrania, voces en Washington han advertido sobre una coordinación emergente entre lo que se ha denominado alternativamente un “eje de agitación” o un “eje de crecientes asociaciones malignas”, aunque los expertos dicen que hasta ahora ha habido pocas señales de coordinación entre cuatro partes.
Al menos hasta ahora.
“(El desfile militar de China) será la primera vez que los líderes de China, Rusia, Corea del Norte e Irán estén presentes en el mismo lugar”, declaró Brian Hart, miembro del Proyecto de Poder de China en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés).
“Ha habido pocos o ningún diálogo cuatrilateral entre estos países, por lo que este es un momento especial”.
China ha tenido cuidado de no ser vista como alguien que apoya explícitamente la agresión de esas naciones. Por ejemplo, se considera ampliamente que ha enviado grandes cantidades de productos de doble uso, pero no armas letales, a Rusia mientras libra su guerra en Ucrania.
Pero al reunir a estos actores, Xi quiere señalar que puede establecer las reglas sobre quién “debe ser considerado aceptable por la comunidad internacional, independientemente de lo que pueda pensar el Occidente democrático o Estados Unidos”, según Steve Tsang, director del Instituto SOAS China en la Universidad de Londres.
Aun así, la imagen podría parecer menos cruda con Trump en la Casa Blanca. El mes pasado, recibió a Putin en una cumbre aparentemente amistosa donde afirmó haber tenido “una relación fantástica” con el líder en conflicto y lo saludó personalmente en la pista.
El presidente de EE.UU. también aprovechó una reunión con el de Corea del Sur, Lee Jae Myung, el mes pasado para hablar de un nuevo encuentro con Kim. Ambos serían esfuerzos de paz, pero Trump es conocido por elogiar a estos autócratas.
Pero el mensaje de Xi es parte de una visión más amplia del líder de China, que tal vez no vea un momento más apropiado para señalar sus alineaciones que el próximo desfile militar, que conmemora el 80 aniversario de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial y el papel de China en la lucha contra la potencia imperial que libró una invasión brutal de sus tierras durante años.
Al igual que Putin, Xi ha buscado inspirarse en esa historia para reformular una narrativa que posicione a China y Rusia, que luchó en la Segunda Guerra Mundial como la Unión Soviética, como guardianes de un orden internacional “de posguerra”, distinto del orden estadounidense que ahora consideran dominante.
A ojos de Xi y Putin, una causa clave de la guerra en Ucrania hoy –o incluso del intento de Corea del Norte de desarrollar armas nucleares– no son las agresiones de esos países, sino el hecho de que Estados Unidos y sus aliados ignoran sus “legítimas preocupaciones de seguridad”.
Y, en términos más generales, su retórica culpa a Estados Unidos, y a las alianzas y sistemas de valores que formó tras la Segunda Guerra Mundial, de las crisis globales, la confrontación y la disparidad en el mundo actual.
Esta semana, Xi está “defendiendo sin complejos un orden posterior a la Segunda Guerra Mundial que ve bajo ataque por parte de potencias occidentales determinadas a bloquear el ascenso de China”, dijo Tong Zhao, miembro senior del Carnegie Endowment of International Peace en Estados Unidos.
Y mientras analiza el panorama mundial y llama a líderes cercanos y lejanos a su lado, Zhao agregó: “Xi está impulsando una campaña para deslegitimar el liderazgo estadounidense, debilitar la solidaridad occidental y elevar a China como una alternativa creíble”.
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