Análisis por Nathan Hodge, CNN

Para Ucrania, la historia es un campo de batalla. Meses antes del lanzamiento de su invasión a gran escala, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, publicó un inquietante artículo de 5.000 palabras que defendía el desmantelamiento del país.

En su discurso para marcar el inicio de la ofensiva rusa, recitó una letanía de agravios históricos contra occidente y, meses después de iniciada la guerra, se presentó como el sucesor del zar modernizador de Rusia, Pedro el Grande.

Ahora, las lecciones de historia vuelven a atormentar a Ucrania. Mientras el presidente de EE.UU., Donald Trump, presiona por un fin negociado de la guerra, políticos y expertos buscan las analogías adecuadas para explicar la precaria situación en la que se encuentra Ucrania y para evaluar los riesgos que enfrenta en cualquier proceso diplomático.

Los paralelos son imprecisos, pero el momento actual resuena con tres capítulos claves en la historia diplomática del siglo XX: Munich en 1938, Yalta en 1945 y Budapest en 1994.

El Acuerdo de Munich –que cedió la región del sudeste de Checoslovaquia a la Alemania de Adolf Hitler en un intento de evitar la guerra en Europa– es el abuelo de las analogías históricas.

Con el paso de los años, se ha convertido en una forma práctica de apaciguamiento: la cesión de esa porción de tierra envalentonó a Hitler y allanó el camino a una guerra mundial.

Los críticos de Trump han comparado la disposición del presidente a reunirse personalmente con Putin en Alaska —y su sugerencia de que Ucrania podría tener que aceptar la pérdida de territorio— con el error del entonces primer ministro del Reino Unido, Neville Chamberlain, de creerle a Hitler al pie de la letra.

“El pensamiento mágico de Trump amenaza con un Munich a cámara lenta, repitiendo el error del apaciguamiento”, escribió el senador demócrata Richard Blumenthal en X. “Consentir a un asesino sanguinario con territorio y promesas de buena conducta no trajo la paz en nuestros tiempos”. “El apaciguamiento no acercará a Trump más que a Chamberlain al Premio Nobel de la Paz”.

Pero la comparación con Munich también tiene un matiz militar específico. El acuerdo permitió a los nazis eludir una extensa red de fortificaciones, dejando a Checoslovaquia prácticamente indefensa.

Asimismo, los analistas militares señalan que si se permite a Rusia ocupar el resto de la región ucraniana de Donetsk en cualquier acuerdo de paz, esto podría ceder a las fuerzas de Putin el control de ciudades-fortaleza como Sloviansk y Kramatorsk, que forman parte vital del cinturón defensivo de Kyiv.

Otro paralelo histórico en juego es la Conferencia de Yalta de 1945, una reunión entre el entonces presidente de EE.UU., Franklin D. Roosevelt, el primer ministro del Reino Unido de la época, Winston Churchill, y el dictador en funciones de la Unión Soviética, Josef Stalin, que estableció los términos del orden posterior a la Segunda Guerra Mundial en Europa.

Considerado en su momento como un triunfo de la diplomacia en tiempos de guerra, el legado de Yalta es visto hoy a través de una lente más pesimista, particularmente en los países de Europa del Este, donde se lo ve como la reunión que finalmente los dejó detrás de la Cortina de Hierro y condenó a millones de personas a vivir bajo el régimen comunista.

Para algunos observadores, el impulso de Trump para un posible gran acuerdo con Putin también conlleva riesgos de traicionar a Kyiv, especialmente si los posibles resultados se negocian sin tener en cuenta a los ucranianos.

En una publicación en X antes de la reunión Trump-Putin en Alaska, el exembajador de Estados Unidos en Rusia Michael McFaul escribió: “La reunión Trump-Putin en Alaska no puede convertirse en Yalta 2.0. Espero que el presidente Trump, @SecRubio y su equipo estén trabajando arduamente para que esta sea una cumbre significativa, y no un momento de capitulación”.

No es de extrañar que Putin sea partidario de los acuerdos entre grandes potencias. En un discurso ante la Asamblea General de la ONU en 2015, pronunciado en vísperas de la intervención militar de su país en Siria, Putin elogió Yalta, afirmando que la arquitectura de seguridad forjada en el centro turístico soviético “ayudó a la humanidad a superar los acontecimientos turbulentos, y a veces dramáticos, de las últimas siete décadas. Salvó al mundo de grandes convulsiones”.

El historiador Sergey Radchenko, en respuesta a la publicación de McFaul en X, ofreció una visión matizada de la analogía de Yalta, señalando en un extenso hilo que “Yalta no tenía alternativas realistas porque para febrero de 1945 los soviéticos ya estaban arrasando Europa del Este. Roosevelt no estaba en condiciones de expulsarlos de allí. Lo único que podía hacer era arrancarle a Stalin promesas vacías de elecciones”.

Pero la opción de Yalta no es la única vía diplomática disponible hoy en día, añadió Radchenko, ya que Estados Unidos no necesita a Rusia para nada y puede ayudar a Kyiv a frenar las ambiciones de Moscú.

“Lejos de conquistar Europa del este, Rusia ni siquiera puede conquistar el Donbás”, escribió. “En resumen, así como Yalta no tenía alternativas viables, Yalta 2.0 tiene una alternativa muy viable, lo que debería haber dado a la administración Trump una ventaja considerable en la negociación con Rusia”, subrayó.

Mientras los aliados europeos tratan de encontrar garantías de seguridad para Ucrania, también cobran importancia los recuerdos del Memorándum de Budapest de 1994, en virtud del cual una Ucrania recién independizada aceptó renunciar a las armas nucleares estacionadas en su territorio después del colapso de la Unión Soviética.

Ese documento, firmado por Rusia, contenía el compromiso de respetar la soberanía y la integridad territorial de Ucrania. Estas promesas no salvaron a Ucrania de la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014 ni de la invasión a gran escala de 2022.

En declaraciones a CNN, el expresidente de Ucrania Petro Poroshenko sugirió que las garantías de seguridad descritas en el memorándum eran ineficaces.

“Como presidente de Ucrania, tenía una garantía de seguridad en forma del Memorándum de Budapest”, dijo. “Esto no funciona. Cualquier otra garantía de seguridad que no sea vinculante es inaceptable”.

Ucrania se enfrenta ahora a otro punto de inflexión histórico mientras los diplomáticos se esfuerzan por encontrar la sede y la fórmula adecuadas para las conversaciones de paz. Queda por ver si este momento será recordado como un capítulo oscuro en la historia europea.

The-CNN-Wire
™ & © 2025 Cable News Network, Inc., a Warner Bros. Discovery Company. All rights reserved.

Con información adicional de Christian Edwards, de CNN.