"El sueño americano no está lejos de una pesadilla", dice el argentino detenido en Alligator Alcatraz
Por Manuela Castro, CNN en Español
Fernando Artese aún conserva el brazalete rojo que lo identificaba como el recluso número 71 de Alligator Alcatraz. El argentino, de 63 años, fue deportado de Estados Unidos el 31 de julio después de permanecer casi un mes detenido en el centro de detención para inmigrantes indocumentados de los Everglades, en Florida, famoso por encontrarse en medio de un pantano infestado de caimanes y serpientes.
Ahora, desde Madrid, Fernando toma la pulsera plástica de la mesita de luz de un departamento de alquiler temporal y la exhibe en cámara, mediante una videollamada con CNN, como prueba irrefutable de lo que le tocó vivir. “La irracionalidad es algo que te pega fuerte, duro y ni siquiera te queda claro dónde te pegó”, dice.
Fue trasladado de Miami a Roma días atrás, debido a que tiene ciudadanía italiana, además de la argentina, y desde allí viajó a la ciudad española en donde se instaló mientras espera poder reencontrarse con Mónica y Carla, su hija, que aún permanecen en el país del que fue expulsado.
El día que fue detenido, Fernando estaba camino a dejar el país, junto a su familia. Habían iniciado un viaje en motorhome con Argentina como destino final. El futuro en Estados Unidos se hacía cada vez más complejo ante la falta de documentación de Fernando y la dependencia de Mónica y Carla de una visa de estudiante.
Artese había emigrado desde Buenos Aires a España en 2001 en medio de las fuertes restricciones al retiro de dinero de los bancos, conocidas como “corralito”. Allí levantó una empresa de construcción, pero el impacto de la crisis de las hipotecas de 2008 lo dejó sin compañía y en 2015 se instaló en Miami con una visa ESTA y nunca pudo regularizar su situación migratoria posterior a su vencimiento.
Ahora el plan era cruzar a México y recorrer América Latina camino al sur del continente. “No era un viaje de turistas, era vivir viajando”, cuenta. Pero apenas iniciada la aventura -que llamarían Argentinómades y sería registrada en un canal de Youtube- la Policía lo detuvo durante un control en Jupiter Beach, en Florida.
El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) dijo a CNN que Artese se quedó 10 años más del tiempo permitido por su visa. “Entró a Estados Unidos a través del Programa de Exención de Visa el 8 de febrero de 2015 y se le autorizó a permanecer en el país hasta el 7 de mayo de 2015”.
El 3 de julio, Fernando fue ingresado a Alligator Alcatraz: “Fui el número 71, inauguré el sitio”, dice, “me sentí como Hannibal Lecter”. Lo esposaron con cadenas al pecho, a la cintura y a los pies, que apenas le permitían caminar a pasitos cortos, según su relato.
“Llegamos a una especie invernadero de lona, pasillos largos con techos de lona a dos aguas”, cuenta, “entramos y nos encadenan al suelo, las mismas cadenas que tenemos puestas, las enganchan a unas argollas que hay en el suelo con candado y nos dejan ahí durante doce horas”.
Las imágenes que describe del lugar coinciden con fotos y videos difundidos por el propio Gobierno de Estados Unidos.
Fernando dice que durante su estadía allí solo salió a un espacio donde se podía ver el exterior una vez, por 15 minutos. El resto del tiempo, permaneció dentro de los galpones.
Su relato se asimila al de denuncias de familiares de otros detenidos y con un informe de Human Rights Watch que señala condiciones inhumanas en los centros de detención migratoria en Florida.
“Nos despertaban a las 4 de la mañana los guardias para contarnos”, relata y asegura que pasó hambre. Incluso, muchas veces se le hacía difícil dormir: “Nos daban menos de un kilo de comida por día”. Además, denuncia que los guardias pretendían hacerlos ir trotando al comedor con las manos en la nuca. “Yo me rebelaba todo el tiempo”, dice, “es una cobardía estar tratando como criminales a trabajadores”.
El gobierno de Estados Unidos le dijo a CNN que ICE ha trabajado para obtener más espacio en sus centros y que la alimentación se planifica con base en una dieta establecida por profesionales.
Para Fernando, no hay matices: “Están persiguiendo a una etnia”, señala, “es un campo de concentración”.
Actualmente, Mónica y Carla se encuentran en Estados Unidos intentando vender el motorhome. Fernando, desde Madrid, a la espera de que eso se resuelva y puedan finalmente reencontrarse explica que ella no puede manejarlo y hacerse cargo de cruzarlo a México.
“Ella no está preparada para eso ni para cualquier problema que pueda surgir”, explica, “nos frustraron los planes de vida”. El motorhome, en el que habían invertido unos 20.000 dólares y años de trabajo, ahora podría malvenderse para financiar el reencuentro en Europa.
“No me parece a mí que este sueño americano esté muy lejos de cualquier pesadilla”, dice ahora sin una claridad de cómo seguir.
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