"Es una pesadilla que no me deja dormir", inmigrante detenido en Connecticut habla tras su deportación a México
María Santana y Anabella González, CNN en Español
En las últimas semanas, la vida de Leonel Chávez dio un vuelco del que todavía intenta recuperarse. Este inmigrante mexicano de 42 años, que vivía en Estados Unidos desde hace décadas, fue separado de su familia al ser detenido a mediados de agosto junto a su hermano en Norwalk, Connecticut, y luego deportado a Tamaulipas, en México.
“Me siento vacío, me siento devastado. A veces despierto y pienso que estoy allá. Es una pesadilla que a veces no me deja dormir”, dice Leonel Chávez en entrevista con CNN desde la ciudad de Puebla, hoy su nuevo hogar.
Luego de pasar varios días en un centro de detención en Massachusetts, Leonel fue trasladado a Texas y finalmente deportado a México. Dice que su hermano, Ricardo Chávez, también fue deportado.
Los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) utilizaron una pistola Taser durante el operativo, ocurrido en la calle South Main de la ciudad. “Me pusieron el Taser dos veces en la pierna, y aquí”, cuenta mientras señala sus heridas: dos en su pierna izquierda y una en el pecho.
El video de la detención generó cuestionamientos de las autoridades de Connecticut y también de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, por considerar que se trataba de un operativo que se excedió en el uso de la fuerza y que constituye una “violación de los derechos humanos”.
Chávez asegura, como se ve en parte del video que él mismo logró registrar, que los agentes no se identificaron, tampoco le mostraron una orden de arresto. Dice que si se hubiesen identificado o si le hubiesen explicado los pasos a seguir, todo hubiese sido diferente. “Hay muchas injusticias… están jalando, corriendo gente. Si ya nos tenían ahí, ¿para qué usan la fuerza?”, cuestiona.
Los agentes “tomaron las medidas pertinentes y siguieron su entrenamiento para usar la mínima fuerza necesaria” para resolver la situación, dijo el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) ante la consulta de CNN.
El viernes 15 de agosto, pasadas las 7 de la mañana hora local, Leonel iba camino a su trabajo junto a su hermano Ricardo, como cualquier otro día. No sabía que ése sería el último que pasaría en libertad en Estados Unidos, el país al que llegó con 17 años, donde se casó con una ciudadana estadounidense y nacieron sus tres hijos de 21, 20 y 16 años.
Mientras conducía su camioneta roja por la calle South Main, cuenta que vio por el espejo retrovisor que los perseguían. Desde allí, dice, todo sucedió muy rápido.
Apenas logró detener la camioneta en medio de la calle: los agentes rompieron el vidrio, le cortaron el cinturón de seguridad, usaron la pistola Taser en varias oportunidades y finalmente lo sacaron del vehículo.
Sus gritos de desesperación se escuchan con claridad en el video. “¿Por qué, por qué? ¡Díganme la razón! ¿Qué están buscando? ¡Quiero ver la orden!”.
Todavía recuerda el impacto que sintió cuando rompieron el vidrio: “Yo me encomendaba solo a Dios. Agarré el teléfono fuerte en mi mano, esa era mi prueba para mostrar que ellos nunca me mostraron una orden, nada”.
Leonel dice que es consciente de que es un inmigrante indocumentado y que estaba en riesgo de ser deportado. Incluso dice que, lejos de sentir enojo con Estados Unidos por su deportación, agradece todas las oportunidades que ha tenido desde que llegó siendo un adolescente. “No puedo quejarme del país, es demasiado bueno, me dio una familia hermosa, mucha gente, me dio trabajo, amistades”, dice.
Pero su reclamo tiene que ver con la forma en que las autoridades llevaron a cabo su arresto y el de su hermano. Dice que nunca se resistió, que simplemente reclamó sus derechos y que fue arrestado sin poder dar aviso a su familia de que ya no volvería.
“Uno entiende que está ilegal, pero yo no quería que fuera de esta manera (la detención). Tengo hijos y esposa que sufren, también la iglesia donde trabajo”, dice. Cuenta además que ayuda a varios adultos mayores de su comunidad en Norwalk, gente que, de un día para otro, ya no contará con ese apoyo.
Desde que sus vecinos conocieron la noticia del arresto, recibió el llamado de muchos que quieren ayudarlo, dice. Leonela, su hija mayor, se hará cargo del pequeño negocio de construcción que él llevaba adelante hace alrededor de cinco años. “Mis clientes me apoyan y me ofrecieron ayuda en lo que necesite para seguir”, asegura Chávez.
Días atrás, Leonela Chávez dijo a CNN que tenía temor de que su padre fuese deportado, que él es un hombre decente y el sostén económico de ella, su madre y sus dos hermanos menores.
A Leonel le quita el sueño cómo esto puede afectar esto a su familia, en particular a su hija menor: “Le digo ‘échale ganas, que no te importe nada lo que digan en la escuela’. Yo sé que estoy bien, que estoy limpio, que no hice nada malo. Sé que estoy bien y mi comunidad está rezando por mí”.
Leonel Chávez tiene condenas por delitos menores, según documentos judiciales, pero los registros públicos carecen de información que detalle la situación en torno a cada delito.
Chávez dice que fueron errores cometidos cuando era un adolescente y que siempre estuvo a disposición de la justicia.
Desde entonces, dice, hizo todo lo que pudo para contribuir a su comunidad y al país con su trabajo. “¿Por qué no van a mi comunidad, o la iglesia donde yo trabajo y preguntan mis antecedentes?”, cuestiona sobre el accionar de las autoridades.
Aún conmovido por la deportación y a la espera de definir cómo serán los próximos días de su vida, Chávez pide a la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, que lo reciba personalmente.
Dice también que no quiere guardar silencio sobre la situación que viven los inmigrantes latinos en EE.UU., y le pide a sus connacionales que alcen la voz.
“Le pido a la presidenta que nos ayude, que no nos deje solos. Le pido que si realmente le llega esto a ella, que me hable personalmente”, dice Chávez.
CNN contactó a la presidencia de México para conocer sus comentarios, y está a la espera de respuesta.
Los días se han vuelto difíciles, pero Leonel no pierde la esperanza de poder revertir su situación migratoria en el futuro y regresar a Estados Unidos, donde lo espera su familia, su trabajo y la vida que tenía hasta su detención.
“Lo vamos a superar. Voy a regresar por la vía legal y voy a hacer las cosas bien para poder reencontrarme con mi comunidad y mi familia”, dice.
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