Por Ione Molinares, CNN en Español

Hace días que el negocio está más lento para Ana, una vendedora de frutas en Columbia Heights que pidió no dar su apellido por seguridad, una de las zonas en Washington con mayor población hispana. “Pues algunas personas prácticamente ni están viniendo’, dice Ana, preocupada por la disminución en sus ventas en un puesto de frutas que tiene desde hace tiempo en una de las esquinas más movidas del llamado Barrio Latino de la capital.

Desde esa esquina, Ana veía en la misma calle solo hace una semana entre 30 y 50 personas, en su mayoría migrantes que recientemente entraron a país, con sus “mopeds” (un tipo de motocicleta) pendientes de recibir domicilios para hacer el reparto. Ya escasamente se estaciona un puñado. “Prácticamente ahorita el que puede se está quedando encerrado en sus casas por miedo porque están arrestando gente”, dice Ana, mientras atiende a un grupo de jóvenes que acaba de salir de su jornada de clases.

Dice que casi todos los días ve o escucha de al menos un arresto en el barrio. El apoyo de la Guardia Nacional en la ciudad ha incrementado el número de arrestos de los agentes de inmigración. De hecho, un análisis de CNN muestra que se han registrado más de 300 detenciones relacionadas con inmigración desde el 7 de agosto, cuando el presidente Trump anunció la federalización de la Guardia Nacional de Washington, argumentando inseguridad sin control.

Pese a que el presidente desestima las cifras, estas muestran que la inseguridad y la violencia venían en descenso en los últimos meses en la ciudad, antes de que el mandatario estadounidense decidiera tomar el control de la Guardia Nacional de Washington y que seis gobernadores republicanos enviaran efectivos a la capital.

Los cambios de hábito impulsados por el temor a las redadas se notan en las calles del barrio latino. Algunas personas se muestran recelosas y pendientes de lo que sucede a sus alrededores. Usualmente una zona vibrante, con mucho movimiento alrededor de sus negocios y restaurantes, el barrio parece haberse apagado. El miedo, coinciden los vecinos, no es a la inseguridad que pregona Trump, si no más bien a la agresiva acción contra los inmigrantes impulsada por el Gobierno.

Un poco más allá sobre la famosa calle 14, Lorena, quien también pidió no dar su apellido, vende camisetas desde las 7 am hasta las 8 pm. Pero esta vez, a media tarde decidió guardar su mercancía y cerrar el día. Apenas vendió US$ 30, cuando normalmente termina el día con una venta de entre US$ 150 y US$ 200. “Pues está muy muerto. Acá no hay nada de gente”, dice Lorena. “La gente pasa y no quiere comprar. El que se acerca viene a querer saber si migración ha venido, si ha agarrado gente”. Precisamente esta salvadoreña vio temprano en el día la detención de un inmigrante. Dice que en 40 años de vivir en EE.UU. no había visto algo así.

La ciudad en general indudablemente ha visto un cambio, a lo que se suma la preocupación por el impacto de las políticas económicas en el bolsillo de la gente.

La llega de agentes de inmigración ha provocado un fuerte cambio en la comunidad de Columbia Heights. Desilusionada, Ana tiene un mensaje para el presidente: “Que haga bien su trabajo. Si son presidentes, esto también se lo deben al pueblo y pues que trabajen para hacer el trabajo bien, no para castigar a las personas que son trabajadoras”.

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